Las noches de domingo solíamos ponernos una película tumbados en la cama. Casi siempre la veíamos en dos tiempos. Las caricias hacían que nuestra atención no tardara en desviarse de la pantalla hacia nuestros cuerpos. Después, aún entre jadeos, rebobinábamos hasta el punto en el que habíamos perdido el hilo de la historia. Todas las películas, incluso las tristes, nos hacían sonreír. Es en la primera parte, la de las caricias, en la que ella adquirió la costumbre de pasar la mano por mi ombligo y escarbar con su dedo corazón. A veces, sacaba una pequeña pelusa azul con la que jugueteaba delicadamente unos instantes, antes de dejarla en su mesilla. A pesar de que me gustaba presenciar aquel ritual cada vez que ocurría, he de reconocer que no le di importancia hasta que sentí su ausencia.
Un domingo de noviembre me dio la pelusa, como si aquel cúmulo de pelo y tejidos le resultase algo oscuro cuyo peso se hubiese vuelto insoportable en sus manos. Aunque lo negué durante mucho tiempo, supe que era el final.
Después vino lo de mi barba: empezó a resultarle molesta. Los besos largos pasaron a ser fugaces roces que acababan con un incómodo pinchazo en su delicada piel. También mi mirada recibió su rechazo, como polo cambiante que pierde el poder de atracción. Comenzamos a ver las películas de una sola vez, cada uno en su lado de la cama.
Los meses que siguieron los pasé buscando ante el espejo el pelo rebelde de mi barba y tratando de proyectar una mirada más apetecible. Solo conseguí hacer una enorme montaña azul en mi mesilla. Ella me pedía que me deshiciera de aquella aberración, pero yo no podía: aún tenía la esperanza de que volviera a sostenerla en sus manos con delicadeza.
Cuando ya no pudimos soportarnos más, tras el ruido y las marcas de nudillos en la pared, me fui con una maleta llena de vacío y pelusas azules.
Andoni Abenójar
Hay pequeños gestos que llegan a significar tanto… Quizás no sean más que lo que nosotros hacemos de ellos, un reflejo de nuestros sentimientos, pero son souvenirs tangibles y coleccionables de la emoción, y eso les confiere un gran valor.
Un relato estupendo, Andoni. Las pelusas azules me han parecido entrañables, como un símbolo tierno primero y cruel después del estado de la relación. Muy original!!
Un abrazo.
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El amor y sus mutaciones..
Los souvenirs y su efecto evocador invariable.
Gracias Julia! Un abrazo.
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Muy buen relato.
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Me alegra que te guste. Gracias Irene, por visitar al gato negro y por dejar tu comentario. Un abrazo.
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Una historia muy cercana con la que es fácil conectar con el lector. Muy chulo Andoni, enhorabuena!
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Gracias Sergio! Un abrazo.
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Estupenda metáfora del desamor. Hermosamente triste. Tristemente hermosa. Qué bien expresado.
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Gracias Idoia! Un placer tenerte por aquí 😉
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Qué imagen tan peculiar la de una pelusa azul, y como puede decir tanto de una relación. Me ha gustado, sobre todo que sea el hilo conector de la historia entera.
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Gracias Daniel, por visitar el blog y dejar tu comentario.
Sí, a veces hay pequeños detalles aparentemente insignificantes que por si mismos cuentan una historia nada insignificante.
Bienvenido a La caricia del gato negro.
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Que tierno reflejo de una realidad . porque lo que es bello detrás del amor se convierte en feo en el desamor . Porque no simplemente pensar q se vuelve diferente . Porqué blanco o negro? Pongamos un gris de cariño en nuestra vida. Andoni tu amiga del circulo te anima a seguir escribiendonos tienes mucho q contar y estamos deseando leerlo
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¡Que bueno tenerte por aquí Isabel! Gracias por la visita, por tu comentario y por tus ánimos.
Un abrazo.
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Lo que amamos al inicio y que después nos repele.
Muy bueno el final.
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Gracias, Eva.
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Una fotografía muy fiel del desamor… cuando nos empieza a cansar lo que en otros tiempos nos emocionaba hemos iniciado ya el descenso a los infiernos de la incomprensión, de la rutina, de la desgana…
Me ha gustado mucho cómo lo has descrito, es exactamente así, diferencias muy sutiles que van marcando un camino directo a la frialdad más absoluta.
Un abrazo.
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La amargura del desencanto reflejada en esas pequeñas cosas cotidianas…
Gracias por la lectura y tu comentario, amiga.
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Me ha encantado que te fijes en los pequeños detalles. Bravo.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
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Gracias Alberto. Pequeños detalles que pueden contar historias más grandes.
Un abrazo.
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