Mes: diciembre 2015

Urte berri on! Feliz 2016

Otro año que ha pasado a la velocidad del latido. Uno de esos en los que el camino se ve más nítido y las señales demuestran que la brújula no necesita tantos golpes desesperados. Un 2015 lleno de sorpresas, de las buenas, de esas que comparten este breve paseo con uno y lo llenan de calor. Y también un año de saber que quien se va, no lo hace para siempre. Que, de hecho, nunca se fue, sólo se transformó. Un año que termina con la amargura de la despedida, pero que deja la impronta del amor en cada brizna de viento.

Y aquí seguimos, dispuestos a vivir otro año de fortaleza basada en aceptar la propia vulnerabilidad, sin armaduras. De inevitable incertidumbre con una sonrisa y una buena mano de decisiones por jugar. Que nuestro camino es el que elegimos y que lo único descabellado es no caminarlo.

Urte berri on! ¡Feliz 2016!

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Sergei, mon amour

sergei-mon-amourLa nieve no cesaba. Solo el rojo rompía, impertinente, el predominio del blanco. Había empezado a anochecer y Sergei se resguardaba junto a tres cadáveres aún calientes. Llevaba seis días apostado en el antiguo edificio de correos, del que solo quedaban tres paredes y medio techo. Sus hermanas mayores, Olga e Irina murieron sirviendo en las defensas antiaéreas de Stalingrado. Él intentó huir de la ciudad al principio, pero Stalin había dado la orden de no dejar salir a los civiles. Cuando la batalla se intensificó en las calles de la ciudad, organizó una huida con varios compañeros. Todos, excepto él murieron aquella mañana tras un bombardeo. Se había quedado solo y aislado en zona enemiga.

Cuando los cuerpos que le rodeaban se enfriaron, los alejó y se recostó haciéndose una bola. El frío y la fuerte tos solo le dejaron descansar unos minutos. Al despertar, observó preocupado un charco rojo bajo su boca. Llevaba tres días tosiendo sangre y casi no podía respirar. Se limpió y trató de no pensar en ello. Buscó entre los cadáveres, alguno podría tener vodka. Era la única forma de sobrevivir, encender un fuego era demasiado arriesgado. Con el calor del alcohol, reuniría fuerzas y coraje para tratar de regresar a la zona rusa de la ciudad.

Iker y Javi caminaban al paso rápido marcado por su amigo Sergei. Estaba empeñado en llevarles a un bar donde había probado un buen vodka, en su opinión el mejor. No recordaba la marca, pero reconocería la botella.

—¡Stalingrado! —gritó mientras cruzaba un paso de cebra a grandes zancadas para evitar las líneas blancas—. Creo que ese (más…)

Recuerdos sin nombre

Recuerdos2Ayer olvidé lo que más me gustaba del verano. Sabía que había algo que amaba por encima de todo lo demás. Cuando traté de recordar solo conseguí evocar el sabor de la sal.

Hoy recuerdo una mirada llena de amor, pero no los ojos que la proyectaban. También recuerdo un dulce aroma a perfume mezclado con sudor.

Una mujer llora, se acerca y me abraza fuerte. Las lágrimas que se deslizan de su mejilla a la mía se filtran por la barba hasta llegar a mi boca. Por un instante recuerdo el mar. Le pregunto por qué está triste y ella me dice que está perdiendo todo lo que le importa. Yo le cuento que cada día encuentro más cosas sin nombre.

Andoni Abenójar

Entrevista a Andrea García y Michael Schmidt, de Babelstudio

“SE PUEDEN CONTAR HISTORIAS MEDIANTE LA ARQUITECTURA”

BABELstudio 02

El encuentro tiene lugar cerca de su centro de operaciones, en un bar al inicio de la angosta y escarpada calle Dos de Mayo de Bilbao; esa cuesta de asfalto asediada a ambos lados por antiguas casas, encajadas como con calzador. Andrea García y Michael Schmidt, están concentrados en unos planos extendidos sobre la mesa. Son los fundadores y el alma de Babelstudio; un estudio de arquitectura nacido en Bilbao en el 2011 cuando decidieron presentarse en tándem al concurso para el diseño de las bocas de metro de Donostia. Fueron finalistas dejando atrás a varias de las grandes firmas internacionales del sector, con un diseño original basado en la simplicidad y un punto de partida surrealista. (más…)

Feo

Feo 5Juan Diego Murillo era muy feo. Entre mil personas habituadas a mostrar corrección, ni una sola sería capaz de decir «no es para tanto». Su cara, abstracta y asimétrica, ni siquiera se asemejaba a un rostro humano. En la mitad derecha, unas olas de piel colgante se empeñaban en arrastrar hacia abajo cualquier signo de normalidad. Apenas podía cerrar del todo aquellos sufridos párpados que parecían cargar con toda su frustración. La parte izquierda era otra historia: los rasgos, algo más normales, contrastaban de tal manera con los del lado opuesto que el resultado de la combinación de ambos era grotesco. (más…)