Otro año que ha pasado a la velocidad del latido. Uno de esos en los que el camino se ve más nítido y las señales demuestran que la brújula no necesita tantos golpes desesperados. Un 2015 lleno de sorpresas, de las buenas, de esas que comparten este breve paseo con uno y lo llenan de calor. Y también un año de saber que quien se va, no lo hace para siempre. Que, de hecho, nunca se fue, sólo se transformó. Un año que termina con la amargura de la despedida, pero que deja la impronta del amor en cada brizna de viento.
Y aquí seguimos, dispuestos a vivir otro año de fortaleza basada en aceptar la propia vulnerabilidad, sin armaduras. De inevitable incertidumbre con una sonrisa y una buena mano de decisiones por jugar. Que nuestro camino es el que elegimos y que lo único descabellado es no caminarlo.
Urte berri on! ¡Feliz 2016!