Mes: junio 2018

Relatos olvidados (Vol. 1)

Una selección, por entregas, de los primeros relatos de La Caricia del Gato Negro. Historias que, debido a las pocas interacciones de los inicios, no tuvieron el eco de las posteriores y que muchas de las personas que siguen el blog no han tenido la oportunidad de leer.

 

 

Feo 5 FEO

Juan Diego Murillo era muy feo. Entre mil personas habituadas a mostrar corrección, ni una sola sería capaz de decir «no es para tanto». Su cara, abstracta y asimétrica, ni siquiera se asemejaba a un rostro humano. En la mitad derecha, unas olas de piel colgante se empeñaban en arrastrar hacia abajo cualquier signo de normalidad. Apenas podía cerrar del todo aquellos sufridos párpados que parecían cargar con toda su frustración. La parte izquierda era otra historia: los rasgos, algo más normales, contrastaban de tal manera con los del lado opuesto que el resultado de la combinación de ambos era grotesco… (Seguir leyendo)

 

 

 

Pelusas azules PELUSAS AZULES

Las noches de domingo solíamos ponernos una película tumbados en la cama. Casi siempre la veíamos en dos tiempos. Las caricias hacían que nuestra atención no tardara en desviarse de la pantalla hacia nuestros cuerpos. Después, aún entre jadeos, rebobinábamos hasta el punto en el que habíamos perdido el hilo de la historia. Todas las películas, incluso las tristes, nos hacían sonreír. Es en la primera parte, la de las caricias, en la que ella adquirió la costumbre de pasar la mano por mi ombligo y escarbar con su dedo corazón. A veces, sacaba una pequeña pelusa azul con la que jugueteaba delicadamente unos instantes, antes de dejarla en su mesilla. A pesar de que me gustaba presenciar aquel ritual cada vez que ocurría, he de reconocer que no le di importancia hasta que sentí su ausencia.

Un domingo de noviembre… (Seguir leyendo)

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El nuevo dominio del gato negro (esto no es un relato, pero casi)

Tyler_Dominios¿Cómo no se me había ocurrido antes? Dos largos años buscando la forma de extender las garras de mi blog a los cuatro puntos cardinales. Meses y meses de conquistas y derrotas, como en una interminable partida de Risk. Y esta mañana, dándole vueltas a aquella frase ochentera que decía “la fama cuesta”, por fin he caído en la cuenta: para llegar a dominar la blogosfera en lo literario, el primer paso es hacerme con un dominio propio más allá de estas cuatro paredes. Uno a partir del cual expandirme y llegar, por fin, a tierras remotas como China, Mongolia, Nueva Zelanda, y, por supuesto, Groenlandia.

Esta vez sí. Después de hurgar en los pocos calcetines sin agujeros que tiene mi humano, he reunido lo suficiente para realizar la inversión. El blog anteriormente conocido como «lacariciadelgatonegro.wordpress.com» pasa a ser a partir de hoy lacariciadelgatonegro.com a secas. Fijaos en la dirección que aparece en vuestro navegador… ¡Oh! Mucho más glamour y personalidad. Se acabaron los engorrosos anuncios que afeaban mis entradas. Y lo más importante: la posibilidad de mejorar el posicionamiento en los buscadores para acercarme a nuevos horizontes y poder marcarme, a no mucho tardar, un baile con el globo terráqueo como el de Chaplin en El gran dictador.

O eso o un engañabobos más. No importa, ya está hecho.

Un nuevo paso en el imparable camino hacia las presentaciones de mis futuras novelas, charlas, galas, premios, poliamor, hedonismo, algún problema con la justicia por esconder fortunas en paraísos fiscales, conocer personalmente a mis ídolos (de los cuales en adelante yo seré ídolo),…

Para celebrarlo, en las próximas semanas, además de algún relato nuevo que está a punto de salir de la chistera, publicaré una entrada con los relatos olvidados (los primeros del Gato Negro, aquellos que la arena del tiempo ha enterrado a los ojos de la mayoría de vosotros) y otra con los relatos más exitosos cuya repercusión me abrió las fronteras de lugares como Mozambique, Sri Lanka, Curazao, San Cristóbal y Nieves o Kuwait.

Mientras tanto seguiré, tranquilamente y con el aura de la elegancia felina,  divisando desde esta atalaya mi nuevo dominio y recreándome en lo que está por venir.

¡Miau! (Continuará…)