LA CARICIA DEL GATO NEGRO. AÑO IV: EL HUNDIMIENTO

Bruno1

La decadencia llega a todo imperio. Después de tres años de triunfos y gloria en los que La caricia del gato negro conquistó gran parte del mundo —China incluida—, ha llegado el año de la caída. Por motivos que quedarán explicados en un vídeo que nos ha enviado uno de nuestros mayores seguidores, y que podréis ver a continuación, a lo largo del cuarto año de existencia de esta bitácora que tanta altura alcanzó, las publicaciones han brillado por su ausencia. De este modo, los avances de conquista se han visto mermados hasta un punto impropio para este blog. No hemos cedido terreno, pero apenas hemos materializado unas pocas conquistas nuevas tales como Azerbaiyán, Filipinas, Malasia, Luxemburgo. Muy exótico, sí, pero no son puntos estratégicos para nuestro avance. La única y honrosa excepción ha sido nuestra llegada a Arabia Saudí. Mucho petróleo, pero yo no veo en esta anecdótica conquista nada más que una alegoría llena de sorna. El petróleo que ahora nos sale por las orejas representa toda esa tinta que no hemos utilizado para crear nuevas historias a lo largo de este último año. De seguir así, nunca lograremos la consecución de ese objetivo final, esa guinda del pastel que representaría la llegada a Groenlandia y su posterior conquista. Y Mongolia, claro.

A continuación podéis ver el vídeo en el que nuestro fiel seguidor muestra su opinión ante la situación vivida durante este año en La caricia del gato negro:

 

Al Führer lo que es del Führer. Y a Bruno Ganz (más…)

Anuncio publicitario

Escritores recomiendan escritoras: 60 libros escritos por mujeres

El blog de Mae

mujer escritora

Hoy, 14 de octubre, se celebra el Día de las Escritoras. Hay quienes piensan que conmemorar este día es una tontería innecesaria (lo mismo que el 8 de marzo), a pesar de las desigualdades absolutamente cuantificables que existieron y persisten aún en el ámbito literario. Sin embargo, el objetivo de este artículo no es abordar con detalle estas circunstancias, ya que sobre este tema hay voces mucho más autorizadas y documentadas que yo (como la escritora Laura Freixas o el colectivo Las mujeres del Libro).

Cuando se habla de literatura escrita por mujeres a menudo planea una idea muy poco afortunada: que la literatura escrita por mujeres solo interesa a las mujeres. Yo quiero creer que esto no es verdad, aunque no me cabe la menor duda de que es exactamente eso lo que piensan unos cuantos nostálgicos de tiempos pasados. Hace poco, mientras leía este artículo (recomiendo…

Ver la entrada original 6.019 palabras más

Reseña: Ausentes del cielo

Ausentes_cubierta_dosEmpecé a leer las novelas de Álex Oviedo (Bilbao, 1968) hace ya tiempo, impulsado por la curiosidad que me provocaban tanto la cercanía geográfica como la personal con el autor. La primera que leí fue La agenda de Héctor, una historia difícil de catalogar que me atrevería a describir como novela psicológica con cierta inclinación hacia el género negro: voces interiores obsesivas y atormentadas, personajes emocionalmente estériles y propensos a bailar con la oscuridad hasta donde esta los lleve. La disfruté. Después la siguieron Cuerpos de mujer bajo la lluvia, y El hacedor de titulares (escrita junto a Elena Sierra). Hay varias constantes en sus libros: las relaciones sentimentales infructuosas, las amargas despedidas, el efímero brillo de la belleza en las vidas de los personajes, el constante runrún del diálogo interior, de la culpa. Estos ingredientes también están presentes en la novela que nos ocupa. Pero esta vez, además, Álex Oviedo ha decidido recrearse en su gusto por el género negro. Con estos elementos ha construido una novela que atrapa al lector con un ritmo muy equilibrado que transita entre las partes más reflexivas y de diálogo interno y otras más trepidantes que nos muestran los avances de la investigación policial.

La trama de Ausentes del cielo se sitúa en una ciudad indeterminada de Euskadi —tal vez un híbrido entre Donostia y Bilbao—. En los albores del siglo XXI, tiempo antes de que ETA anunciara el cese definitivo de su actividad armada, Andrés asesina a tiros a un miembro de la izquierda abertzale en plena manifestación.

El inspector Vidal será el responsable de investigar los hechos y dar con el culpable. Andrés y Vidal, Vidal y Andrés; uno a cada lado del tablero de juego, pero ambos en el mismo lado del hastío, de la soledad e incomunicación, de la frustración vital. Este paralelismo está muy bien resuelto a través de un juego de espejos que el autor nos propone con unos inicios de capítulo en los que (más…)

Relatos olvidados (Vol. 5)

Llegamos a la quinta entrega de los relatos abisales de La caricia del gato negro. Dos historias publicadas hace tiempo y ocultas bajo varios clics en el botón “entradas antiguas”. Hoy toca buscar las grietas a dos sacrosantas instituciones: los amigos y la madre.

 

Para bien o para mal

Para bien o para mal

Siete tenedores solitarios y siete cucharas acompañadas por otros tantos cuchillos. Todos convenientemente distribuidos. La mesa ya está preparada. Copas de vino y de agua vacías. Varias botellas del mejor Ribera del Duero que he podido encontrar además de un Marqués de Riscal verdejo, afrutado, perfecto para el marisco recién cocido, despedazado y servido.

He invitado a cenar a mis mejores amigos, los de siempre. Sin parejas, sin hijos, sólo ellos y yo. He escogido el menú tratando de agradar a todos. He cocinado unas zamburiñas. Sí, Iván las odia, pero para compensar le he preparado unas croquetas de jamón y boletus.

Siempre han estado conmigo, así son los amigos, para bien o para mal… (seguir leyendo)

 

 

marco_amedio

Adiós mamá

Al despertar, el olor dulzón a ron mezclado con tabaco le anuncia que ella está cerca. Simula estar dormido, pero no puede engañarla: es su madre.

—Hola rata —Así es como le gusta llamar a su hijo.

Se incorpora. Ella está sentada en la mecedora junto a la cama. Con suaves movimientos bajo las frazadas se va alejando de ella, acercándose poco a poco al borde opuesto. Busca separarse a más de un brazo de distancia. Ella lo sabe.

—Te vas a caer, ven con tu mami… (seguir leyendo)

Buena noche de la purga y feliz 2019

Urte berri on 2018The purge (La purga), es una película sobre un futuro en el que cada año, durante un día, queda anulada la persecución de todo crimen. Carta blanca al salvajismo y la violencia. Aunque por estos lares haya más de un día al año que cumple con estas características, hoy lo digo, claro, por los petardos, fuegos artificiales y demás pirotécnicos engendros. Noooochee de paaaaz… ¡BOUM! …nooooche de amoooor… ¡¡KABOUM PAUM PRRRAPAPAKABUM!! Con cada detonación el cabreo aumenta y pienso: “¿no sería este un buen momento para fichar a sicópatas?”, “que alguien registre sus casas, por Dios, seguro que hay cadáveres en la nevera”, “¿a qué está esperando el FBI para estudiar este tema?”. Al final llego a la conclusión de que tal vez esta sea la clase de sicópata que encaja a la perfección en nuestro mundo. Pensaré en ello.

Por el tono del anterior párrafo —ya está aquí el alma de la fiesta—, notaréis que el gato negro despide el año invitándole a salir con viento fresco. No han sido sus mejores 365 días, aunque no todo haya sido malo. Al fin y al cabo ha sido un ciclo en el que mi “pasatiempo” o “hobby”  —así definen la creación literaria algunos funcionarios del servicio público vasco de empleo—, empieza a mostrarme ciertas opciones laborales, tímidas pero interesantes. De ahí que haya bajado mi productividad en lo que a relatos se refiere (no os preocupéis, seguiré compartiendo nuevo material por estos lares).

Así es, el año ha tenido cosas buenas en lo personal. Algunas de las cuales quedan resumidas a la perfección en este fragmento del relato que presenté hace tres años al certamen Bizkaidatz y en el que el protagonista, un alumno de taller literario, de forma así de impertinente, criticaba la posición de su profesor, un escritor “de verdad”. A continuación, en el colmo de la vanidad, voy a citar mi propio texto. Mal asunto (más…)

Relatos olvidados (Vol. 4)

Llegamos al cuarto fascículo de los relatos olvidados —bajo líneas y líneas de scroll— en el mar de entradas de La caricia del gato negro. Hoy he decidido saltarme el orden cronológico y rescatar, para quienes no los hayáis leído y para quienes queráis repetir, dos relatos navideños. Bueno, no exactamente navideños, pero sí invernales. Al menos el primero de ellos, en el que nieva mucho. por dentro y por fuera, sobre la desprotección y desnudez de la incógnita existencial. El segundo trata la Navidad de un modo tangencial, jugando al paralelismo entre el personaje principal del propio relato y el protagonista de un clásico del cine ambientado en estas fechas que se nos echan encima. Sentaos junto a vuestra chimenea de piedra o en el sillón de vuestro piso de 40 metros cuadrados, envueltos en muchas mantas para ahorrar en radiadores y estufas, y leed primero la historia del invierno de Amadeo y su frío que da calor. Y después el relato de Hugo y las nefastas consecuencias de la aplicación de la filosofía de moda que basa su ideario en la máxima “no te quejes que por lo menos tienes trabajo”.

 

La pregunta

Los copos blancos bailaban en un descenso caótico. Amadeo había presenciado innumerables veces esa estampa desde la ventana del dormitorio de su pazo de Cotobade. Antes, a pesar de augurar meses difíciles, la llegada de las primeras nieves era siempre ocasión para el regocijo compartido y, también, motivo de chanzas y juegos de palabras destinados a su mujer. “El frío que da calor”, decía ella, restando importancia a las bromas mientras observaba maravillada a través de la ventana.

Ocho años atrás sus hijos habían reconvertido el primer piso de la casa en un hotel rural. Aunque añoraba… (seguir leyendo)

 

Una buena persona

Hugo se tragó  con desgana la lasaña precocinada. Después recogió la mesita de la sala mientras pensaba en la conversación que había tenido con su jefe antes de salir del trabajo:

—Mañana a la tarde llega mi suegra, yo tengo una reunión, así que tendrás que ir tú a recogerla al aeropuerto. No te olvides de cubrir los asientos del coche, vendrá con los dálmatas.

—Claro señor Antúnez, yo me ocupo —contradiciendo a sus amables palabras, las manos Hugo eran puños dentro de los bolsillos del pantalón.

Limpió la vajilla acumulada durante varios días. Recordó lo diferentes que eran los fregados cuando vivía con Mónica. Era… (seguir leyendo)

 

La caricia del gato negro: año 3

Queridos lectores, en unas pocas horas celebraremos el tercer aniversario del inicio de esta épica misión disfrazada de blog literario. Cerca ya de convertirnos en todo un lobby, tengo el placer de daros la noticia que lleváis tres años esperando.

Por fin, China.

Así es, después de tres años de estrategia para atraer al gigante asiático a nuestra zona de influencia, ha ocurrido. El pasado 8 de octubre algún incauto habitante de dicho país entró en contacto con nuestro blog. Es de suponer que esto se deba a las miguitas de pan que, de forma no aleatoria ni gratuita, dejé en el camino en la publicación La caricia del gato negro. Año Dos. En aquel texto introduje varias palabras clave que supuse podrían ser buscadas desde el país asiático, incluida la leyenda de Li Hi Tan, que explica la tensa relación entre China y los gatos negros. Al hacer esa pequeña fisura en el muro de dicha animadversión, hemos dado un paso, pequeño para los dedos que teclean pero grande para la humanidad: desde el pasado 8 de octubre, las visitas desde dicho país no han dejado de sucederse, tímidamente tal vez, pero en constante goteo. Una vez abierta esa puerta, el objetivo de este blog, de esta misión, se percibe más cerca que nunca. Ya sabéis, millones de visitas que garantizarán mi estelar carrera como escritor y, por tanto, la materialización de nuestro leitmotiv: “las presentaciones, charlas, galas, premios, poliamor, hedonismo, algún problema con la justicia por esconder fortunas en paraísos fiscales, conocer a mis ídolos (de los cuales en adelante yo seré ídolo),…”.

Pero no quiero limitarme al regodeo por la consecución del objetivo principal que en La caricia del gato negro nos habíamos propuesto un año atrás. Hay otros logros de los que sentirnos orgullosos. Damos la bienvenida a nuestra bitácora a Corea del Sur. Obviamente de cara al próximo año, sus vecinos del norte están invitados a formar parte de la familia. Es más, ahora que tienen buen rollito, La caricia del gato negro, se presta como tierra de nadie virtual para que puedan seguir limando asperezas.

Por otro lado, paso a comunicaros el resto de nuevas y flamantes adquisiciones de este fructífero 2018: Nueva Caledonia, Chipre, Bután, Sri Lanka, Israel.

En la siguiente imagen podéis ver cómo queda el mapa de nuestro (mi) mundo a día de hoy: (más…)

Relatos olvidados (Vol. 3)

Volvemos con una nueva entrega de esos relatos que publiqué hace años y que, para muchas de las personas que me leéis desde no hace tanto tiempo, han quedado en el olvido, enterrados bajo las nuevas publicaciones y relatos. Para que no tengáis que sufrir en vuestras carnes la odisea descendente hacia el inframundo de las entradas antiguas, las rescato aquí, como hice en las dos entregas anteriores, Relatos olvidados (Vol. 1) y Relatos olvidados (Vol. 2).

Hoy os presento “La sutura perfecta”: un relato sobre lo difícil que resulta enterrar la culpa y el coste que puede tener intentarlo a la desesperada. Y “Dos días”: o cómo juntar en una historia el refranero popular y el fin del mundo.

 

La sutura perfectaLA SUTURA PERFECTA

Ramón despertó sobresaltado, había escuchado un golpe seco en el exterior, al otro lado de la ventana de la habitación. Se giró hacia la mesilla y observó los dígitos rojos que flotaban en la oscuridad: eran las dos menos diez de la madrugada. Pensó que se trataba de un sueño y trató de seguir durmiendo. Después de unos minutos de marejada de sabanas y mantas, decidió salir a mirar.

 Accedió al pequeño jardín rodeado por el muro de cemento. Lo que observó a continuación le aceleró la respiración. A menos de dos metros de la fachada, bajo la luz de la intermitente farola, había una bolsa negra de al menos dos metros de longitud. Era de un plástico resistente y tenía una cremallera en la parte superior de la que tiró tras un instante de duda. Observó el contenido y… (seguir leyendo)

 

DOS DÍASDos días_Imagen refranes

Fue conocida la gente de Villarrefrán por su ingenio y agudeza. No menos conocidos fueron por la mansedumbre y el pulcro respeto por las leyes. Se dice que cumplían con escrúpulo los mandatos municipales, o cualquier directriz que fuese o pareciese ser emitida desde cierta autoridad. Era también gente de poca discreción: uno podía decir, en aparente intimidad, algo que unos minutos después era tema de conversación en la plaza del pueblo o en el bar de Manolo.

Un día el notario le dijo a un cliente: “Ten cuidado con lo que deseas. Podría hacerse realidad”. Fue a partir de ese momento cuando comenzaron a suceder los hechos que se narran… (seguir leyendo)

El último relato – (Relatos ALEABILBAO 2016-2017)

el ultimo relato2No me gusta la gente. Ni una sola persona. No os imagináis la impotencia que provoca un sentimiento tan inabarcable. Supongamos, por ejemplo, que decidiera hacer algo al respecto. Podría, qué sé yo, enrolarme en el ejército. De este modo, aunque tendría el privilegio de eliminar gente de manera legal y sin tener que enfrentarme a engorros judiciales, me encontraría con la terrible contradicción de que mis compañeros también serían “gente”. Igual de despreciables que el enemigo y con los que me vería obligado a mostrar camaradería. No podría soportarlo.

No es fácil odiar a la gente y querer hacer algo al respecto.

Seamos realistas: ¿cuál es la probabilidad de que, a lo largo de mi vida, vaya a tener al alcance de la mano el botón rojo? Bastante inferior a una entre 7400 millones.

Es duro aceptar la imposibilidad de acabar con todos. Salvo milagros —el último se remonta al 1939 y no fue suficiente—, siempre habrá gente. Y nunca me gustará.

Asimilada la verdad tras una profunda reflexión que llevé a cabo hace ya cinco años; conocedor desde entonces de mis propias limitaciones, me propuse un enfoque constructivo.

Como en ese chiste sobre el maestro del East End londinense, decidí ir por partes. Indagué en las profundidades de mí odio priorizando motivaciones: ordené a la gente según el nivel de animadversión que me provocaba. Por supuesto tuve que centrarme en colectivos, de este modo podría enfrentarme (más…)

Relatos Olvidados (Vol. 2)

Nueva entrega con relatos de los inicios del blog. Dos historias perdidas en el tiempo (como lágrimas en la lluvia), cuando La caricia del gato negro no tenía tantos seguidores. Otra oportunidad para leer (o releer) algunos de aquellos trabajos que considero rescatables a pesar de su juventud (y mi inexperiencia).

Si os perdisteis la primera entrega, «Relatos olvidados (Vol. 1)», podéis acceder pinchando aquí.

Hoy, un microrrelato erótico y una historia de guerra, supervivencia y huellas apenas perceptibles entre generaciones.

 

 

Imagen_Relatos olvidados (Vol. 2)ÁREA DE DESCANSO

Era un día lluvioso en la autopista entre Zaragoza y Logroño. Ella disfrutaba de cada curva y no dejaba de jugar con la palanca de cambios. El cinturón de seguridad le molestaba, pero no quería correr riesgos. La carretera estaba cada vez más húmeda, y la goma resbalaba a ratos con el piso produciendo en ella una vertiginosa sensación de pérdida del control.

Después de un tramo sinuoso y lleno de cambios de rasante, ascendió una gran pendiente cuyo final parecía no llegar. Hacía fuerza con brazos y piernas, como si quisiera acelerar la llegada. Poco a poco alcanzaba… (seguir leyendo)

 

 

sergei-mon-amourSERGEI, MON AMOUR

La nieve no cesaba. Solo el rojo rompía, impertinente, el predominio del blanco. Había empezado a anochecer y Sergei se resguardaba junto a tres cadáveres aún calientes. Llevaba seis días apostado en el antiguo edificio de correos, del que solo quedaban tres paredes y medio techo. Sus hermanas mayores, Olga e Irina murieron sirviendo en las defensas antiaéreas de Stalingrado. Él intentó huir de la ciudad al principio, pero Stalin había dado la orden de no dejar salir a los civiles. Cuando la batalla se intensificó en las calles de la ciudad, organizó una huida con varios compañeros. Todos, excepto él murieron aquella mañana tras un bombardeo. Se había quedado solo y aislado en zona enemiga.

Cuando los cuerpos que le rodeaban se enfriaron, los alejó y se recostó haciéndose una bola. El frío y la fuerte tos solo le dejaron descansar unos minutos. Al despertar, observó preocupado un charco rojo bajo su boca. Llevaba tres días tosiendo sangre y casi no podía respirar. Se limpió y… (seguir leyendo)